Uno de los muchos recuerdos que tengo de la casa de mis padres, son aquellas tardes en las que mi hermana y yo nos tumbábamos en la cama con mi madre, mientras abríamos una a una las decenas de pequeñas cajas en las que guardaba sus pequeños tesoros. Joyas acumuladas a lo largo de los años, que contenían todas ellas su historia particular. Piezas sobre todo de oro, que mi madre guardaba con recelo y de las que siempre decía que serían nuestra pequeña herencia. Recuerdo en especial un anillo, en oro rojo, con una gran piedra en color marrón ahumada; era la joya que siempre le pedíamos para ir a las bodas y celebraciones importantes. Una vez nos independizamos y ya no había tiempo para parar, tumbarnos y recordar de donde salen los recuerdos.
La vida siguió pasando con sus idas y venidas, y me harte de pasar por puestos de trabajo que no me aportaban nada, en los que no podía aportar nada más que aquello que se me pedía. Y de repente llegan las crisis; pasé por todas: las de 2008, la continuidad en 2012, el cierre de la empresa a la que había dedicado casi 10 años, mi primer emprendimiento en 2017, los virus, las nevadas, los volcanes…. Y entre medias, 2 hijas, tan intensas como su madre, que llegan a mi vida para ponerlo todo patas arriba y marcarme las prioridades, para enseñarme lo que es importante en la vida.
Y así comienza una andadura en la que he ido buscándome, a veces con más atino que otras, para encontrarme a los 40 pensando en eso que ahora está tan de moda: el propósito. Mi propósito como mujer.
Creciendo en una familia con mujeres fuertes y apasionadas, es mucho más fácil continuar el camino y encontrar el foco.
Así que después de acumular dibujos y dibujos de mi hija durante casi 6 años, de los que siempre me rondaba la cabeza la idea de inmortalizarlos de alguna manera (porque la pasión de madre nos hace ver arte por todos los poros de sus pequeños cuerpos), voy a dar de bruces con 2 compañeros que me alientan para poner en marcha un nuevo proyecto: un maestro joyero catalán con larga tradición en el sector de la joyería y un experto programador murciano con años de experiencia dando servicio a diversas empresas. Todo esto sumado al gran equipo de compañeras (llegadas de varios puntos de la península) que se encargan de mostraros la marca es su esencia más pura y clara, hacen de Gata&Lusa Joyas un lugar de encuentro para figuras diversas que aportan cada una su toque de experiencia a este proyecto.
Detrás de esta mujer se encuentra un equipo 100 % preparado para dar lo mejor de sí y ofrecer el máximo a nuestras clientas.
¿Y por qué Gata&Lusa? Si mi madre me ha aportado el amor por la belleza que se encuentra en las joyas, mi padre me ha aportado ese carácter aventurero y curioso que tienen los portugueses, que aporta a este proyecto esa vehemencia controlada de mi parte más lusitana. Y si una parte de mi corazón es portuguesa, la otra tiene alma de gata (que siendo de Madrid no podría ser de otra manera). Adoro, amo, venero a los gatos. Son seres elegantes, pausados y cuidadosos, que absorben las malas energías de nuestras vidas para que nuestras casas estén libres de malas vibraciones. En 2020 me tuve que despedir del que fue mi compañero gatuno durante 14 años y este en parte también es un homenaje al cariño que me aporto durante toda su vida. Ahora tengo a Tokio, pero esa es otra historia….
La elegancia quiso cuerpo y vida, por eso se transformó en gata
